Los «coaches» destacan el neuroliderazgo, la gestión de equipos o la inteligencia emocional como capacidades clave
Ser influyente en una empresa ya no es sinónimo de ser un directivo o un responsable de equipo. Cada vez son más las compañías que incorporan a sus filas a personas con habilidades emocionales a mayores (o por encima) de un buen currículo. Pero, ¿qué significa exactamente ser un profesional influyente?
«Lo definiría como un neurolíder, una persona con capacidad de liderazgo, pero que también sabe cómo funciona el cerebro de su equipo», explica David Gómez, coach profesional de la Asociación Española de Coaching (Asesco). Para él, la empatía «es una de las cualidades fundamentales» para «saber qué necesita un equipo y qué le motiva, hablar desde la interdependencia, el ‘nosotros’», añade.
Esa misma característica es clave para Gómez a la hora de gestionar los cambios. «Ahora mismo en las empresas hay una incertidumbre muy grande, ya no hay trabajos para toda la vida. Entonces hay que saber comunicar los cambios para que el equipo no tenga una reacción negativa», afirma.
Esta opinión es compartida por la coach Beatriz Vilas, responsable de Relaciones Internacionales de Asesco, además de escritora y empresaria. «Cada vez más gente está interesada en aprender a gestionar la incertidumbre y el estrés, por los proyectos que cambian totalmente de un mes para otro», señala. Este es el motivo por el que «cada vez más» clientes acuden a ella, porque «ya no es el futuro, es el presente».
Otra de las cualidades que Vilas pone de relieve para ser un profesional influyente en el ámbito empresarial es que «es fundamental tener mucha inteligencia emocional». «Antes se estudiaban mucho los currículos, pero hoy por hoy se valoran más las habilidades sociales», asegura.
De hecho, la experta en coaching relaciona esta característica con «la adaptabilidad al cambio, la gestión del estrés, la gestión del conflicto o la gestión de la incertidumbre». También considera imprescindible «ser asertivo, es decir, la capacidad de decir sí cuando es que sí y no cuando es que no» y, por descontado, «tener capacidades de liderazgo».
Respecto a esto último, David Gómez coincide en que el liderazgo innato no lo es todo porque un profesional «puede ser muy carismático y un líder nato, pero no saber gestionar un equipo».
LA IMAGEN, IMPRESCINDIBLE
Aunque pudiera parecer una banalidad, la imagen personal es otra de las cualidades que contribuyen a incrementar la influencia de un profesional. «La imagen marca», asegura Gómez, aunque matiza que debe ir «acorde con el equipo».
«Un jefe tiene que estar un escalón por encima hasta en la vestimenta, no puede ir igual, pero tampoco con traje y chaqueta de 500 euros si tu equipo va en vaqueros», señala el coach. «En ese caso es mejor ir con Dockers, o con chaqueta, pero sin corbata», añade, al tiempo que recuerda que «el neurolíder habla como nosotros, forma parte del equipo».
Beatriz Vilas va un paso más allá al considerar que la imagen «lo es todo». Advierte que cuidar el aspecto físico y personal -porque «no solo se trata de ser más guapo o más feo», sino de «crear tu propia marca personal»- puede parecer «algo muy obvio, pero no lo es tanto».
«Hay gente que me dice ‘yo es que soy así’, pero hay que saber valorar la importancia que tiene. Una persona que se cuida físicamente también se cuida emocionalmente y mentalmente», afirma.
sacar partido a las redEs
En relación con la imagen, las redes sociales se han convertido en un plus a la hora de ser influyente. «Quizás no sean tan importantes a la hora de trabajar con un equipo, pero sí para influir en los de fuera», opina Gómez, quien recurre con frecuencia a los vídeos de Youtube para difundir sus «coaching consejos».
«Hay que tener un buen perfil de Linkedin y cuidar mucho cualquier red social», señala. Esto último también es aplicable a la hora de trabajar con equipos. «Una foto puede condicionarte completamente, tanto positivamente como negativamente, como también un comentario determinado».
Pero tener una cuenta en una red social implica mucho más que ser prudente. «Para llegar a la gente hay que trasmitir información, conocimiento. En definitiva, aportar algo que sea de utilidad para ellos.
Un valor en las empresas
Si el neurolíder es una figura cada vez más demandada, la neurociencia se vuelve también necesaria en los departamentos de Recursos Humanos. «Hay que contar en la empresa con profesionales que sepan dar con personas que reúnan esas capacidades, y no solo que miren el currículo», indica Beatriz Vilas.
Aunque reconoce que quienes lo hacen son «sobre todo, las grandes empresas», ya que «las pymes tienen menos recursos para llevar a cabo su selección de personal». «Las empresas que se dedican a reclutar gente detectan todas estas habilidades gracias a la neurociencia», señala, por su parte, David Gómez.
Como anécdota, y «siempre en términos generales», Vilas observa que en las entrevistas de trabajo se nota que «las mujeres estamos más capacitadas emocionalmente», mientras que «los hombres van más a cumplir sus objetivos».
Fuente: La Voz de Galicia