Estos días son agradables, porque nos disfrazamos con los amigos, o con la familia. Es una oportunidad lícita para modificar la imagen formal que proyectamos en los demás e introducir variables divertidas, para ver el impacto que causamos, y sobre todo, para liberarnos de nuestros esquemas. En carnaval esta aceptado socialmente actuar de otra manera, irnos a los extremos de los colores más estridentes y exagerar nuestro comportamiento.

El carnaval es un juego al que incluso los adultos podemos jugar en público, para divertirnos, para liberarnos, para expresar partes de nosotros que normalmente tenemos bajo control. Y ahora que termina, además de por supuesto empezar al planificar los festejos del próximo año, tenemos la oportunidad de reflexionar sobre lo que hemos aprendido, y con una sonrisa en la boca, y con risas cuando recordamos las anécdotas, porque nos lo hemos pasado fenomenal y nos recreamos son satisfacción de todo lo divertido que hemos vivido.

Y con la misma templanza de ánimo, con la mente relajada y con la diversión reciente, podemos aprovechar para pensar sobre las distintas máscaras que tenemos en los diferentes entornos, aunque quizás sea más fácil hablar de ello como las características de nosotros mismos que mostramos en cada uno de nuestros roles: como hermano, como profesional, como vecino…. ¿tenemos una coherencia? ¿son entornos relacionados o totalmente aislados?. Es interesante reflexionar sobre qué parte de nosotros mismos estamos dejando ver en cada una de nuestras facetas, y hasta qué punto el tropezón que podamos tener en uno de los roles puede repercutir sobre nuestro interior.

Si el daño es superior al que correspondería, quizás podríamos pensar si estamos poniéndole demasiado peso a la característica que estamos esforzándonos en proyectar, y qué representa en realidad tal atributo de esa máscara. Si consideramos que nosotros somos lo que está detrás de esos papeles que representamos en distintos escenarios públicos, quizás no sea tan relevante.

Tenemos diferentes papeles en distintos entornos públicos, donde nos conocen por fragmentos de nuestra forma de ser. El mantener cada máscara me supone mucha energía, mucho esfuerzo para conseguir el impacto deseado, tal vez sería preferible, a efectos de economía de esfuerzo, vincularlas a nuestro verdadero ser.

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